A todos los sedientos...venid a mi! |
El padre
preguntó: “Ahora bien, ¿acaso no aprecias lo que tenemos?” El muchacho
lo pensó por un momento y dijo: “La familia con la que estuve es mucho
más rica. Ellos disfrutan comiendo juntos de lo que han plantado. Y
siempre parecen tener tiempo los unos para los otros”.
Esta historia nos recuerda que el dinero no lo puede comprar todo. Aun cuando nuestros cuerpos puedan vivir de lo que el dinero puede comprar, el dinero
no puede evitar que nuestras almas se marchiten. En Isaías 55, leemos
“A todos los sedientos: Venid a las aguas; y los que no tienen dinero, venid, comprad y comed”. (v. 1).
¿Es posible comprar lo que verdaderamente satisface sin dinero? Sí, el profeta Isaías está señalando la gracia de Dios. Este regalo
es tan invaluable que no hay etiqueta de precio que le sea adecuada. Y
Aquel que la ofrece – Jesucristo – ha pagado el precio total con Su
muerte. Cuando reconocemos nuestra sed de Dios, pedimos perdón por
nuestros pecados, y aceptamos la obra culminada de Cristo en la cruz,
¡encontraremos alimento espiritual que satisface y nuestra alma vivirá
para siempre!.
En conclusión: Este capítulo nos recuerda a un verndedor ambulante, como si Dios fuera por la calle haciendo esta gran invitación al mundo, ofreciendo sus productos, talvés no pueda gustarte mucho la imagen pero así es "Dios ofreciendose a sí mismo a la humanidad", la única condición "es tener sed de Dios";
La Palabra es eficaz, nunca vuelve vacía como a veces nos imaginamos. En nuestra humanidad a veces fallamos, pensando que no tiene sentido seguir.
Él te está llamando: “Venid a mí” (Isaías 55:3).
Reflexión compartida por el Pastor Carlos Guerra en el Programa Consutorio del Alma Internacional (www.universo1420am.com) el viernes 17 de agosto de 2012.
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